Cómo enfrentar las amistades peligrosas
Por María Coco
Están, son reales y nunca se van. Son las denominadas amistades envidiosas.
¿Qué son? ¿Cómo se identifican? Hablaremos claro: amistades peligrosas son aquellas personas próximas que te quieren, en el fondo mucho; aquellas personas te admiran pero, a su vez, te miran con recelo, medio alegrándose cuando las cosas van bien, y recalcándote, alto y fuerte, que eres humana cuando las cosas se tuercen con una medio sonrisa que, al menos a mí, me causa cierta desazón.
Son esas personas que te acompañan en la vida, algunas desde el instituto, que no puedes evitar quererlas porque son ‘tuyas’ aunque, a veces, y cada vez menos (la edad es un grado), sus comentarios puedan hacerte daño. Aquellas personas de las que no quieres prescindir pero que debes gestionar. Esas amistades, sí, probablemente sinceras, pero también envidiosas, y mucho, fruto de la inseguridad o de esos celos, tan humanos como dañinos.
De mí, os diré que quizá he sido una persona afortunada, no lo dudo, pero quien me conoce sabe que también he trabajado duro, desde joven. Estar en el sitio y en el momento adecuado no es suficiente, la suerte no existe, amigas, la suerte hay que buscarla cada día, llega cuando estás en predisposición de que llegue, y os aconsejo estarlo. La vida sonríe más cuando una sonríe.
Más allá de mis problemas, que los tengo (como todos) intento enfrentarme a la vida con optimismo, aunque a veces cueste, y mucho. Por ello, y desde niña, he tenido que soportar comentarios de… ‘te lo han dado todo hecho’, ‘siempre has tenido un colchón’, ‘como eres tan mona…’. No, señores, NO. Las cosas no te llegan porque seas mona (que ya quisiera yo serlo), ni porque te den las cosas hechas, ni porque tengas estrella: NO. Las cosas sólo llegan con esfuerzo y predisposición de que lleguen, sólo así, creedme.
Hay amistades envidiosas que se convierten en tóxicas, e inevitablemente hay que dejar ir pero, también, hay amistades envidiosas que se pueden gestionar con cariño (y altas dosis de paciencia), haciendo sentir que ellas son también parte de tus triunfos, son mucha inteligencia emocional e, incluso, mostrando tu lado más humano y débil. Esas amistades, envidiosas, sí, pero con un fondo bueno, son sólo las que merece la pena, las que sí hay que cuidar, más allá de que a veces, muchas, más en público, te saquen de quicio porque veas con tristeza la necesidad de intentar hacerte un poco de menos. Entonces, y en privado, también, hay que reconducir y hablar esas actitudes con ellas.
Si te enfrentas a una amistad envidiosa la única clave es trabajar la empatía aunque, a veces cueste. Por que, ¿y si nos ponemos al otro lado? ¿Qué se siente cuando tu amiga triunfa y tú sientes que tu vida no es cómo la que deseas?¿Y qué se siente si, además, la quieres?
Supongo que, de alguna manera, cierta envidia que hay que aprender a gestionar, y más aún ahora, cuando las redes sociales magnifican todo y ves perfecta a aquellas personas, viajes o parejas que, sin duda, en muchas ocasiones, son sólo apariencia y, si no lo fueran, ¿por qué no alegrarnos?. Aprender a vivir con lo que uno tiene, a entender que no siempre tenemos lo que deseamos y que, aún así, la vida nos puede dar más, sólo si queremos recibirlo son, para mí, algunas de las claves para no sentir envidia o celos por otras personas, si no, también, para alegrarme por los éxitos.
Sólo una cosa más: si aún así la envidia puede a la amistad y se hace insostenible, entonces, quizá sí, ha llegado el momento de partir.
Muy interesante el enfoque. Me ha gustado y me inspira la frase de «amistades de las que no hay que prescindir, pero sí gestionar». Estoy en una situación más o menos así, aunque creo que al final acabaré tirando la toalla. Un saludo
Genial Olivia,
Me he sentido muy identificado, me ha gustado lo del gran trabajo de empatía. Al menos intentarlo para poder seguir recordando con una sonrisa todos esos recuerdos entrañables compartidos.